1. La historia de la salvación en Malta y el naufragio de Pablo
En Hechos 27 en adelante, Pablo y sus compañeros experimentan un dramático episodio de naufragio y deriva. En aquella época, cruzar el mar Mediterráneo no era nada sencillo. La embarcación en la que viajaban Pablo y otros presos y pasajeros se vio sorprendida por un violento vendaval llamado “Euroclidón” cerca de la isla de Creta, lo que provocó una larga deriva en alta mar. Frente a aquel vendaval, todos se llenaron de desesperación al punto de no poder comer, pero Pablo, tras recibir una revelación de Dios, proclamó: “El barco se hundirá, pero ninguno de ustedes perderá la vida”. Estas palabras no fueron meramente un consuelo religioso, sino una muestra asombrosa de la providencia divina que solo podía manifestarse en medio de una tempestad tan feroz. En efecto, la nave terminó naufragando cerca de la costa de Malta (Melite), pero las 276 personas a bordo llegaron nadando sanas y salvas a la isla. La escena descrita en la parte final de Hechos 27 muestra de manera concreta cómo la palabra de Dios se cumple incluso cuando toda esperanza humana parecía haberse desvanecido.
El pastor David Jang destaca, a través de este suceso del desembarco en la isla de Malta, la protección minuciosa de Dios. Si la gente se hubiera rendido completamente y dispersado, o si hubiese habido enfermos o heridos graves, no todos habrían podido llegar sanos y salvos a tierra firme. Además, Malta se ubica aproximadamente a 500 km de Roma, justo debajo de Sicilia. Desde la antigüedad, Malta ha sido un punto clave de las rutas comerciales en el Mediterráneo, y el hecho de que aquella embarcación a la deriva llegara precisamente a esa isla sugiere que estaba en la “agenda” de Dios. Incluso en la Edad Media y en la época moderna, Malta sirvió como base estratégica para misioneros que se dirigían al Oriente o a la región de Medio Oriente; esto indica que, desde la época del apóstol Pablo, la isla estaba de algún modo preparada para ser parte del proceso de difusión del evangelio.
Llama la atención también la reacción de los habitantes de Malta cuando Pablo y sus compañeros desembarcaron. La Biblia los denomina “bárbaros” o “nativos” en algunos pasajes, pero lejos de recibir con hostilidad a los 276 náufragos forasteros, Hechos 28:2 registra que, a pesar de la lluvia y el frío, les encendieron una fogata y los acogieron con gran hospitalidad. Según señala el pastor David Jang, esto es muy inusual desde la perspectiva cultural y religiosa de la época, lo que pone de manifiesto la cuidada providencia divina y el hecho de que en el lugar donde el evangelio ha de anunciarse, a menudo el corazón de las personas se abre de forma inesperada. Aun cuando no había ningún lazo previo y hasta podían haber surgido resentimientos, los habitantes de Malta les brindaron ayuda y hospitalidad. Esto sugiere que, desde los tiempos de la iglesia primitiva, Dios preparaba de antemano el corazón de la gente allí donde su voluntad se cumpliría o donde el evangelio era necesario.
De manera especial, el episodio en el que Pablo recoge leña para echar al fuego y es mordido por una víbora venenosa añade un tinte de misterio a lo sucedido. Al ver a la serpiente colgando de la mano de Pablo, los isleños pensaron inicialmente: “Seguramente este hombre es un asesino; sobrevivió al mar, pero no puede escapar al juicio divino”. Era una creencia popular muy arraigada en la Antigüedad pensar que si alguien, tras salvarse de un naufragio, moría luego por la mordedura de una serpiente, se debía a que esa persona había cometido un gran crimen. Sin embargo, Pablo no presentó ningún síntoma de dolor o envenenamiento, y al contemplar eso, la gente llegó a decir que era un “dios”. El pastor David Jang hace aquí una advertencia respecto a la posibilidad de que, aun siendo del pueblo de Dios, a veces podamos convertirnos en objeto de divinización o veneración excesiva por parte de otros. Pablo, por su lado, no se exaltó a sí mismo ni un ápice, sino que mostró con sencillez que todo cuanto acontecía era un milagro y un poder concedido por Dios.
Más adelante, Pablo fue invitado por Publio, la persona de mayor autoridad en la isla, para quedarse tres días en su casa. El padre de Publio estaba enfermo de fiebre y disentería, lo cual en el mundo grecorromano podía considerarse un mal de alta mortalidad y no existía un tratamiento rápido y efectivo. Pablo fue a verlo, oró, le impuso las manos y lo sanó. Este milagro despertó gran interés en toda la isla por Pablo y el evangelio que él predicaba. Muchos enfermos acudieron a Pablo para ser sanados y, como resultado, cuando Pablo y sus compañeros partieron de Malta, los isleños les proveyeron generosamente de todo lo necesario. El pastor David Jang interpreta esta escena como una clara evidencia de la abundante bendición espiritual que recae sobre la tierra a donde llega el hombre de Dios. El naufragio y la llegada a Malta no fueron simplemente un infortunio inevitable, sino parte del plan deliberado de Dios para la difusión del evangelio.
Tras pasar el invierno en Malta durante tres meses, aproximadamente en febrero, Pablo y su grupo zarparon rumbo a Roma en un barco alejandrino. Lucas menciona incluso el nombre de la embarcación, “Dióscuros”, para dejar constancia de que no se trataba de un rumor sino de hechos concretos. El libro de Hechos describe con detalle la ruta de navegación de Pablo y los lugares de arribo, lo cual permite a los estudiosos suponer con cierta base histórica cómo funcionaban las rutas marítimas y comerciales en el siglo I. El pastor David Jang subraya que la Biblia no es un simple libro de enseñanzas morales o religiosas, sino un testimonio concreto y vivo que abarca contextos históricos y referencias geográficas reales. El relato de Hechos 28, que menciona escalas como Siracusa, Regio y luego Puteoli antes de llegar a Roma por tierra, representa el clímax del extenso viaje de Pablo: “Por fin, Pablo ha llegado a Roma” tras un agotador periplo.
Así, la deriva en Malta y la historia de salvación evidencian el gobierno cuidadoso de Dios y el avance continuo del evangelio. Dios no solo protegió la vida de todo el grupo —en una situación en la que muchos podrían haber muerto—, sino que transformó aquel lugar en una nueva base para la difusión del evangelio. Gracias a la hospitalidad de los isleños y a los milagros de sanidad, Pablo, en lugar de verse obstaculizado de cara a su destino final —Roma, el centro del Imperio—, cosechó frutos valiosos y, al fin, obtuvo la oportunidad de predicar en Roma durante más de dos años. El pastor David Jang insiste en que cuando enfrentamos tempestades inesperadas en la vida, debemos confiar en que detrás de todo está la mano de Dios. Debemos recordar que las pruebas que tenemos delante pueden volverse herramientas para abrir puertas al evangelio. Si no hubiera ocurrido lo de Malta, la entrada de Pablo en Roma, así como los incontables encuentros surgidos después, e incluso las epístolas como la de Filemón, habrían sido muy diferentes. Por ello, el naufragio y el desembarco en Malta descritos en Hechos 27-28 resultaron decisivos para la historia del cristianismo occidental y la evangelización mundial.
El pastor David Jang también señala que, con el paso de los siglos, la isla de Malta cobró una gran relevancia histórica. Entre los peregrinos y los investigadores de la historia cristiana, el episodio del naufragio de Pablo en Malta tiene un fuerte simbolismo. Este hecho, ocurrido en el Mediterráneo del siglo I, sería el punto de partida para múltiples interpretaciones teológicas e históricas. Aunque Malta pueda parecer una isla pequeña, el Dios que guía con seguridad incluso a una nave en medio de la tempestad empleó aquel territorio para dar inicio a una nueva etapa en la historia de la evangelización. En la iglesia primitiva, casi con certeza, no vieron lo que sucedió en Malta como una mera casualidad. Hoy día, los creyentes, estén donde estén y por muy adversas que sean las circunstancias que enfrenten, pueden descubrir el llamado y propósito de Dios escondidos allí, y prepararse para sembrar la semilla del evangelio.
Al fin y al cabo, la historia de la salvación y la deriva en Malta no es un “relato del pasado” encerrado en la Biblia, sino una guía espiritual que los creyentes de todas las épocas pueden leer y aplicar. La promesa de Dios jamás queda sin cumplimiento, y aun cuando todo parezca un naufragio, Él guarda la vida de las personas y hace brillar el evangelio a través de quienes ha escogido. Además, se ven patrones similares repetidas veces a lo largo de la historia de la Iglesia y de las misiones. El pastor David Jang concluye que no basta con que lo dejemos en un mero registro histórico, sino que debemos vivirlo como un testimonio vivo hoy. El naufragio de Pablo en Malta demuestra de un modo sorprendente que el plan salvador de Dios, que nadie puede impedir, entra en contacto directo con la vida de las personas.
2. Pablo llega a Roma y el amor de los hermanos
Tras pasar tres meses en Malta, Pablo y sus compañeros se embarcaron en un buque de Alejandría, hicieron escala en Siracusa, Regio y Puteoli, y finalmente se fueron aproximando a Roma. En Hechos 28:15 leemos que, al enterarse de su llegada, los hermanos de Roma fueron a recibirlo hasta el Foro de Apio y Tres Tabernas. Estos lugares se hallaban a más de 50 km del centro de Roma. Hoy día quizá se tarde un par de horas en automóvil, pero en aquel entonces se requerían dos días de camino a pie, una distancia considerable. Sin embargo, al conocer la noticia de que Pablo venía, no dudaron en ir a su encuentro para darle la bienvenida. Este es un ejemplo emblemático del amor y la hospitalidad característicos de la iglesia primitiva.
El pastor David Jang considera que esta escena de recibimiento representa la concreción del espíritu de “mutua consideración y cuidado” de la iglesia de los primeros siglos. La iglesia primitiva se había extendido por todo el Imperio romano, y los creyentes dispersos a menudo hacían lo mismo: salían al camino para encontrarse con otros hermanos y alegrarse juntos. Humanamente hablando, Pablo, que llegaba como un preso custodiado para su juicio, podría no inspirar gran esperanza. No obstante, ellos sabían bien quién era Pablo, la importancia de su ministerio y, sobre todo, que recibir y honrar al siervo de Dios era también honrar al mismo Señor. Su muestra de cariño no se quedó en una mera cortesía, sino que fue un verdadero acto de comunión espiritual.
Al ver que lo esperaban en Foro de Apio y Tres Tabernas, Pablo dio “gracias a Dios y cobró ánimo” (Hechos 28:15). Indudablemente, para él resultó un gran aliciente esa calurosa recepción. Pablo llevaba mucho tiempo apresado, había sufrido varios juicios e incluso había naufragado en Malta. Probablemente estaba exhausto tanto física como mentalmente. Sin embargo, el hecho de que los hermanos corrieran a recibirlo reflejaba la hermandad y la solidaridad que caracterizaban a la iglesia de los primeros tiempos. Esta imagen revela hasta qué punto la comunidad de fe podía infundir aliento y renovada valentía a quienes atravesaban pruebas.
El pastor David Jang afirma que este espíritu de hospitalidad de la iglesia primitiva debe aplicarse hoy. Si la iglesia actual se halla encerrada en sus edificios o en ceremonias rígidas, no resultará sencillo reavivar el amor de “salir corriendo a recibir” que mostraron los primeros cristianos. Sin embargo, varios pasajes del Nuevo Testamento exhortan a “practicar la hospitalidad”. De ello se deduce que acoger con entusiasmo y cuidar de otros es parte esencial del ADN del evangelio. La forma en que se celebran y honran unos a otros encarna de manera genuina la esencia viva del evangelio.
Finalmente, Pablo entró en Roma y quedó bajo un régimen de arresto domiciliario, no como un preso ordinario, sino como alguien que todavía aguardaba el veredicto final tras apelar al César. Bajo el derecho romano, los que apelaban al emperador solían esperar un cierto tiempo para el juicio definitivo, durante el cual a veces se les permitía cierta libertad de movimientos o recibir visitas. Según Hechos 28:16, a Pablo “se le concedió vivir aparte con un soldado que le custodiase”. Es decir, no estaba recluido en una celda asfixiante, sino en una casa con un soldado que lo vigilaba, donde tenía la libertad de reunirse con la gente y predicar.
Paradójicamente, esto le facilitó la tarea de anunciar el evangelio. Los dos últimos versículos del libro de Hechos afirman que Pablo estuvo “dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo con toda libertad y sin impedimento” (Hechos 28:30-31). Muchos estudiosos se han preguntado por qué Lucas da fin al libro de Hechos con esta escena. Se le suele llamar un “final abierto”. Aunque pareciera un cierre, la idea es que el evangelio continúa expandiéndose sin obstáculos, incluso después de finalizado el relato escrito, dando a entender que su difusión sigue en el presente. Bajo arresto domiciliario, uno pensaría que la labor misionera estaría limitada. Sin embargo, ocurrió lo contrario: la gente acudía a Pablo para escucharle. Esto demuestra que la Palabra de Dios no se ve frenada por ninguna atadura o circunstancia humana.
Los dos años que Pablo pasó en Roma fueron muy valiosos en muchos aspectos. Según varios historiadores de la Iglesia, durante este tiempo Pablo escribió las llamadas “epístolas de la prisión”: Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. Estas cartas ejercieron una profunda influencia en la comprensión de la fe y del evangelio en la iglesia primitiva. En particular, la epístola a Filemón relata que un esclavo fugitivo llamado Onésimo buscó a Pablo en su arresto domiciliario, y éste lo recibió en el evangelio. Luego, Pablo exhortó con firmeza y amor a su amo Filemón que lo aceptara de nuevo, no como esclavo, sino como hermano. En una sociedad donde imperaba la esclavitud, un mensaje así resultaba muy radical, y ponía de manifiesto que, a pesar de la “reclusión” de Pablo, el poder transformador del evangelio seguía vivo.
El pastor David Jang sostiene que todo el viaje de Pablo hasta Roma y sus dos años allí formaban parte de un gran plan divino cuyo objetivo era la difusión del evangelio y el fortalecimiento de los creyentes. Hechos 28 representa el resultado culminante de ello: la hospitalidad que Pablo recibió de los hermanos de Roma pone de relieve el amor que acompañó y sustentó la proclamación valiente de la Palabra. Detrás de todo esto se encuentra la soberanía de Dios, dueño de la historia.
Este amor y hospitalidad reflejan el núcleo del evangelio. Jesús declaró: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. El evangelio cobra vida en el amor que fluye en la comunidad cristiana. Aunque Pablo estaba bajo vigilancia, el apoyo fraternal y cariñoso le dio fuerzas para continuar predicando “con toda valentía” acerca del reino de Dios y de Jesucristo. El pastor David Jang destaca la necesidad de que la iglesia actual despierte y practique ese amor activo y sacrificado que levanta a los hermanos necesitados. De lo contrario, la iglesia corre el peligro de convertirse en una mera institución, perdiendo aquella hermosa y santa comunión de la iglesia primitiva. Por el contrario, una iglesia que recibe a todos con amor, incluso en medio de las tormentas de la historia, crece y se fortalece sin llegar a doblegarse.
En síntesis, la llegada de Pablo a Roma y el amor de los hermanos que lo recibieron constituye la culminación de su travesía tras pasar por Malta, pero también marca otro punto de partida para la expansión del evangelio. El mandato de llevar la Palabra “hasta lo último de la tierra”, enunciado en Hechos, se encamina ahora al corazón mismo del Imperio, Roma. El pastor David Jang señala que, por encima de los grandes prodigios, lo más relevante en este proceso fue el compromiso y el amor con el que la comunidad cristiana abrazó la voluntad de Dios. Este es un mensaje de alto impacto también en el siglo XXI.
3. La defensa de Pablo sobre la “esperanza de Israel” y el reino de Dios
En la parte final de Hechos 28, una vez en Roma, Pablo convoca primero a los líderes judíos que vivían allí. Desde su arresto en Jerusalén, Pablo había enfrentado una considerable oposición de parte de sus propios compatriotas. Sin embargo, nunca dejó de amar a su pueblo ni de identificarse con él, como se ve repetidamente en sus cartas. En Romanos 9, Pablo llega a decir: “Desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los de mi propia raza”. Su pasión por el pueblo judío se debía en parte a sus raíces fariseas, pero sobre todo a la certeza de que en Cristo había visto cumplida la “esperanza de Israel”, y anhelaba transmitir esa verdad a sus conciudadanos.
Es en este contexto que Pablo explica a los judíos de Roma que nunca tuvo la intención de quebrantar la Ley ni las tradiciones de los antepasados. En Hechos 28:20 les declara: “Por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena”. La “esperanza de Israel” hace referencia a la expectativa mesiánica proclamada por los profetas del Antiguo Testamento: la llegada del Ungido (Mesías), el día de Yahvé, la liberación de la opresión y el advenimiento final del reino de Dios. Pablo insiste en que Jesús es precisamente el cumplimiento de esa antigua esperanza y que, incluso en Roma, sigue defendiendo esa creencia con plena convicción.
La esperanza de Israel y el reino de Dios son conceptos estrechamente ligados. De acuerdo con la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento, el Mesías vendría a resolver el problema del pecado y a establecer un orden nuevo bajo el gobierno de Dios: el reino de Dios. Pablo anunciaba constantemente que esa esperanza de Israel se había cumplido en Jesucristo y que su reinado había comenzado. En Hechos 28:23 se dice que, “desde la mañana hasta la tarde, les estuvo explicando y testificando del reino de Dios, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas”. Esto significa que Pablo, ante los judíos de Roma, fundamentaba la conexión entre las Escrituras hebreas (Antiguo Testamento) y la persona de Jesús, asegurando que en Él se cumplían todas las promesas.
El pastor David Jang subraya que en el libro de Hechos se repite con frecuencia el doble tema del “reino de Dios” y “Jesucristo”. La esencia del mensaje cristiano consiste en que Jesús no es solo un maestro o profeta más, sino el Hijo de Dios, el Salvador de los pecadores y el Rey que instaurará el orden definitivo de Dios. Su venida cumplió la esperanza escatológica del Antiguo Testamento, y ahora, progresivamente, ese reino se extiende hasta su culminación final. Este mensaje se conecta con la firme convicción de Pablo de que el Dios que prometió restaurar a Israel ya había comenzado su obra por medio de Jesús.
Sin embargo, tal como se ve en Hechos 28:24, no todos recibieron la misma palabra con fe. Algunos creyeron, otros no. Pese a la solidez de la argumentación de Pablo, un corazón endurecido no puede acoger el evangelio. Pablo explica esta realidad con la referencia a Isaías 6:9-10: “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis”. Aunque es doloroso, esta falta de aceptación forma parte de la providencia de Dios, quien, según Romanos 9-11, permitiría en cierto modo que Israel rechazara temporalmente al Mesías para que el evangelio se extendiera a los gentiles. Más adelante, esa expansión entre los gentiles despertaría en los judíos un “santo celo” y, finalmente, la nación también volvería al evangelio.
Por este motivo, Pablo declara con firmeza en Hechos 28:28: “Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán”. El evangelio no se limitará a la nación judía, sino que abarcará todo el Imperio y, a la larga, a todas las naciones. Aunque el rechazo por parte de algunos judíos de la época supusiera un golpe para Pablo, el reino de Dios se extendería por todo el ámbito romano y, con el paso del tiempo, por toda la historia. Basta con observar los sucesos del siglo IV, cuando bajo el emperador Constantino se reconoció y oficializó el cristianismo, para constatar que aquella declaración de Pablo fue profética y se hizo realidad.
El pastor David Jang destaca aquí la importancia de la disposición del mensajero del evangelio y de la correcta interpretación teológica. El evangelio gira en torno a “el reino de Dios” y “Jesucristo”, y en su expansión rompe con la exclusividad judía y se adentra en el desconocimiento de los gentiles. A pesar de que Pablo se basó en la esperanza de Israel para llegar a los judíos de Roma, algunos no lo aceptaron y se marcharon. Pero paradójicamente, esa misma oposición generó un mayor impulso en la misión hacia los gentiles. El rechazo de los judíos posibilitó la acogida en el mundo gentil, y el crecimiento de la iglesia mayoritariamente gentil llevaría a su vez a Israel a replantearse su posición, cumpliendo así las profecías del Antiguo Testamento.
Hechos 28, el capítulo que cierra el libro, finaliza con Pablo predicando libremente el reino de Dios “sin impedimento”. No se nos informa sobre el desenlace del juicio ante el emperador ni sobre el destino posterior de Pablo. Tradicionalmente, algunas corrientes sostienen que Pablo fue liberado y tuvo la oportunidad de viajar a Hispania; otras afirman que fue detenido de nuevo y finalmente martirizado. Pero Lucas no relata nada de eso; prefiere dejar su relato en un “tiempo presente” en el que la predicación del evangelio sigue activa y sin fronteras. Es un “final abierto” que simboliza la obra incesante de Dios a lo largo de la historia.
El pastor David Jang recalca que ese final abierto ofrece una gran enseñanza. Si en la era de Pablo Roma llegó a convertirse en el nuevo centro del evangelio, hoy se difunde por cada rincón del planeta. Lo que permanece inmutable es que el reino de Dios jamás se detiene y que el evangelio de Jesucristo rompe todas las barreras. Así como el naufragio en Malta facilitó la llegada a Roma, en la actualidad las circunstancias oscuras o peligrosas pueden convertirse en plataformas para la expansión del evangelio. La pasión de Pablo por no rendirse ante la resistencia tanto de los suyos como de los gentiles es un ejemplo fundamental para las iglesias contemporáneas que se debaten en medio de divisiones y conflictos.
La temática de la “esperanza de Israel” y el “reino de Dios” es esencial para comprender el plan total de Dios en las Escrituras, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento. Jesucristo es “el Rey de Israel” y, al mismo tiempo, “el Salvador del mundo entero”. Hechos está impregnado de la trama dinámica de cómo, al rechazar algunos judíos al Mesías, el evangelio se abrió paso en el mundo gentil, y cómo ese proceso cumple las profecías bíblicas. El pastor David Jang considera que estudiar este relato sigue siendo vital para la iglesia del siglo XXI. Así como el evangelio superó innumerables resistencias hasta llegar a nosotros, hoy también nos topamos con rechazos u obstáculos al anunciarlo. Pero si conservamos la esencia del mensaje y avanzamos con valentía, Dios seguirá salvando almas y expandiendo su reino.
El capítulo 28 de Hechos, en sus versículos finales, condensa tres grandes realidades: (1) El evangelio atraviesa cualquier barrera. (2) El núcleo del evangelio está en Jesucristo y en el reino de Dios. (3) Ese poder salvífico trasciende la diferencia entre judíos y gentiles y une a todas las generaciones y culturas. Desde esta perspectiva, el pastor David Jang hace un llamado para que la iglesia no se olvide de su verdadera naturaleza y siga orando y obrando para que “venga el reino de Dios” en este mundo. Quienes creen en Cristo reciben la misión de anunciar a todas las naciones la esperanza de Israel y de todo el mundo. Así como Pablo, aun encarcelado, no dejó de proclamar aquel mensaje, las iglesias de hoy, aunque a veces se vean limitadas y golpeadas, pueden descubrir que esas dificultades se convierten en oportunidades para innovar y hacer que el evangelio resuene aún con más fuerza.
Hechos 28 no es solo el “relato de la llegada de Pablo a Roma”, sino un punto de inflexión decisivo en la historia de la salvación, un resumen dramático de cómo las promesas de Dios se cumplen y se extienden en medio de la historia humana. La “esperanza de Israel” que llega a Roma, el dinamismo del evangelio que alcanza a los gentiles y la comunión fraternal de la iglesia primitiva son un legado espiritual que la iglesia debe heredar. El pastor David Jang invita a sus oyentes a mirar más allá del cierre oficial del libro y ver que la historia del evangelio continúa. Existe un dicho famoso: “Hechos 29 no está escrito, pero la iglesia lo ha seguido escribiendo a través de los siglos”. Esto significa que la historia después de la llegada de Pablo a Roma sigue viva en cada generación de creyentes, y forma parte del obrar ininterrumpido del reino de Dios en la historia.
Finalmente, el pastor David Jang nos anima a meditar profundamente en el mensaje de Hechos 28 y a asumir la misión de anunciar el evangelio allá donde nos encontremos, de acoger con hospitalidad a los marginados y de guiar a judíos y a gentiles al encuentro con el Dios de la esperanza. Los momentos de naufragio y el arresto domiciliario, que a primera vista parecían desoladores, Dios los convirtió en canales de bendición. La iglesia primitiva fue testigo de ello. Esta historia sigue vigente y mantiene su fuerza a lo largo de los siglos, tocando continuamente el corazón de los creyentes, porque el reino de Dios no cesa, sino que avanza a través del mundo y de la historia. Inserta en esa santa continuidad, la iglesia a veces es llamada a recibir a los “extranjeros” como los isleños de Malta, otras veces a salir al encuentro de los que sufren como los hermanos de Roma hicieron con Pablo, y otras a proclamar como él, con valentía, el reino de Dios y a Jesucristo en cualquier circunstancia.
Así, aunque el libro de Hechos concluya en el capítulo 28, la misión y el encargo divino prosiguen, invitando a la iglesia a escribir de forma tangible un nuevo capítulo con su testimonio. Confiemos en el Dios que obró salvación incluso en una pequeña isla como Malta, aprendamos de los hermanos de Roma la fuerza que da el amor y la comunión, y hagamos nuestra la esperanza de Israel y la luz para los gentiles que es Jesús. En este camino misionero, la gracia de Dios, mucho mayor que todas las tempestades y prisiones, actuará poderosamente también en nuestro tiempo. Este es el mensaje central que el pastor David Jang desea transmitir a los creyentes a través de su estudio y predicación de Hechos 28.