Efesios y la Doctrina de la Predestinación – Pastor David Jang


1. El significado de la disposición del Antiguo y Nuevo Testamento, y la correlación entre los Evangelios y la Ley

Comprender cómo está dispuesto el texto bíblico es de gran importancia cuando nos acercamos a la Palabra. Al examinar la estructura de los 39 libros del Antiguo Testamento y los 27 libros del Nuevo Testamento, podemos observar el desarrollo del plan redentor de Dios. Tradicionalmente, el Antiguo Testamento se divide y ordena en:

  1. el Pentateuco (libros de Moisés),
  2. los libros históricos,
  3. los libros poéticos/de sabiduría,
  4. los libros proféticos.

El Nuevo Testamento, por su parte, se compila bajo la siguiente estructura:

  1. los Evangelios,
  2. los Hechos (libro histórico),
  3. las epístolas (cartas doctrinales),
  4. el Apocalipsis (libro profético).

Esta composición refleja que la fe cristiana está conformada por un solo libro que une de manera orgánica el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Por ejemplo, el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio) manifiesta la raíz de la Ley y el pacto entregados al pueblo de Israel. El salmista exclama: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). La palabra “ley” se refiere a la Palabra de Dios, y se enfatiza que solo aferrándonos a ella podemos participar de la santidad divina. En el Nuevo Testamento ocurre algo similar. La primera sección (los Evangelios) presenta la vida de Jesús, su enseñanza, su cruz y su resurrección, mostrando a Jesús como la “Ley visible”. Cuando el Evangelio de Juan (1:14) dice que “el Verbo se hizo carne”, vemos la realidad de que la Ley en el Nuevo Testamento es, en última instancia, Jesús mismo.

El pastor David Jang hace hincapié precisamente en este punto. Para él, el Nuevo Testamento debe entenderse como la continuación del Antiguo, pero la Ley no se concibe simplemente como un conjunto de normas o mandatos, sino como la culminación del amor y la salvación de Dios en Cristo. La afirmación “Jesús es nuestra Ley” implica que Jesús consumó en sí mismo la Ley expuesta en el Antiguo Testamento. Así, los Evangelios iluminarían esa Ley en un contexto neotestamentario, de modo que, a través de Jesús, aprendamos la voluntad de Dios y redescubramos que Cristo es el referente y el modelo de la santidad.

A continuación, en el Nuevo Testamento, el libro de los Hechos desempeña un papel similar al de los libros históricos del Antiguo Testamento: relata en detalle cómo surgió y se expandió la iglesia primitiva. La iglesia nace con la sangre de Cristo y continúa gracias al poder del Espíritu Santo. Desde Jerusalén hasta Samaria y el mundo gentil, el avance del Evangelio se describe vívidamente en los Hechos. Así como los libros históricos del Antiguo Testamento registran la peregrinación por el desierto, la conquista de Canaán, la etapa de la monarquía, el exilio y el retorno de Israel, el libro de los Hechos nos narra la “epopeya expansiva del Evangelio” llevada a cabo por los apóstoles tras la ascensión de Cristo. De este modo comprendemos que la historia no es una mera crónica de hechos pasados, sino el escenario donde se despliega el plan salvífico de Dios.

Después de Hechos encontramos las epístolas, que en cierto modo pueden compararse a los libros poéticos/de sabiduría del Antiguo Testamento. Estos últimos (Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantares, Job) se centran en la piedad personal, la sabiduría para la vida y la lucha con el sufrimiento; mientras que las epístolas del Nuevo Testamento presentan de manera sistemática cómo la “comunidad” (la Iglesia) madura en la fe. Pablo y los demás apóstoles exponen en sus cartas qué es en esencia el Evangelio y cuáles son sus principios doctrinales esenciales. Aunque cada una (Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, etc.) aborda temas particulares según las circunstancias de cada iglesia, todas persiguen un mismo objetivo: aclarar la identidad del Evangelio y cimentar firmemente la fe de los creyentes.

El pastor David Jang también recalca que la doctrina no existe únicamente para el análisis intelectual dentro de la iglesia, sino que es el núcleo y la esencia del Evangelio, la base que edifica con solidez a la comunidad de fe. Una doctrina firme previene que la fe se tambalee y garantiza que la iglesia, con la certeza de su salvación, pueda proclamar el Evangelio fructíferamente. Esta visión concuerda con la teología protestante tradicional y es algo que el pastor David Jang ha subrayado en múltiples sermones y escritos.

Entre las epístolas, Romanos se considera la más completa en la explicación sistemática del Evangelio. El lema “el justo por la fe vivirá” contiene la esencia de la teología paulina, abordando en profundidad cómo el plan salvífico de Dios trasciende la rivalidad entre judíos y gentiles. Por su parte, 1 y 2 Corintios se centran en problemas surgidos dentro de la comunidad eclesial (divisiones, inmoralidad sexual, desórdenes en el culto, abusos de los dones, etc.) y ofrecen soluciones concretas. En Gálatas, escrita para una comunidad que caía en el legalismo, se proclama que la “justicia proviene de la fe” y no de la Ley. Así, cada una de las epístolas del Nuevo Testamento revela la misma esencia del Evangelio, a la vez que las iglesias de hoy pueden aprender e implementar esas enseñanzas, pues tienen validez eterna.

Según el pastor David Jang, las “cinco epístolas doctrinales principales” son:

  1. Romanos,
  2. 1 Corintios,
  3. 2 Corintios,
  4. Gálatas,
  5. Efesios.

A esto se suma Hebreos (dirigida a los judíos), que también se considera una carta doctrinal muy importante. Si unimos 1 y 2 Corintios en uno solo, se incluyen a Hebreos dentro de las cinco epístolas, pero si separamos 1 y 2 Corintios, entonces Efesios también se destaca, completando así la lista. Con ello queda claro que no es solo una o dos cartas, sino un amplio espectro teológico el que abarca la enseñanza doctrinal del Nuevo Testamento.

En definitiva, la disposición entre Antiguo y Nuevo Testamento es continua, no se separa. Así, los Evangelios (Jesucristo), los Hechos (historia de la iglesia), las cartas doctrinales (fundamento teológico) y Apocalipsis (escatología y consumación) nos guían de manera progresiva a lo largo del plan de salvación de Dios. Este enfoque brinda a los creyentes la base adecuada para leer e interpretar toda la Biblia y proyecta cómo la confesión de fe de la iglesia llega a su plenitud por medio de la cruz, la resurrección y la segunda venida de Cristo.


2. El nacimiento de la iglesia, la esencia de las cartas doctrinales y la percepción revelada de los apóstoles

Así como los libros históricos del Antiguo Testamento narran la formación del pueblo de Israel, sus batallas espirituales, sus victorias y fracasos, el libro de los Hechos describe la “historia fundacional” de la iglesia primitiva tras la ascensión de Jesús. Esta iglesia no es un simple organismo humano, sino una asamblea sellada por el poder del Espíritu Santo y unida por la confesión de fe en la redención de Cristo. Es la “comunidad de los redimidos por la sangre de Cristo” y a la vez el “centro de expansión del Reino de Dios”. A medida que la iglesia se extendió a diversas regiones, el testimonio del Evangelio y la actividad misionera de Pablo y otros apóstoles, con sus dificultades y persecuciones, marcaron el inicio de la historia del cristianismo.

Dentro de este proceso, las epístolas del Nuevo Testamento, escritas tras los Hechos, tienen la función de guías o manuales para resolver los desafíos cotidianos de las comunidades eclesiales. Pablo, Pedro, Santiago, Juan, Judas y otros líderes de la iglesia primitiva, explicaron la esencia de la doctrina cristiana y brindaron consejos y exhortaciones específicas en forma epistolar. En otras palabras, no solo definen “qué es” el Evangelio, sino también “cómo se vive” ese Evangelio.

Así, la iglesia interpreta y aplica constantemente el Evangelio, y el resultado de ello son estas cartas doctrinales que hasta hoy siguen siendo una guía esencial para el crecimiento espiritual de los fieles y su vida de fe. Pablo, recordando las palabras del apóstol Pedro —“estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pe 3:15)—, insiste en la importancia de la doctrina. Si no entendemos el significado histórico y trascendente de la cruz y la resurrección de Cristo, difícilmente podremos dar testimonio de él en la práctica diaria.

Un rasgo común de los autores de las epístolas es que su visión del Evangelio es iluminada por la “revelación”. El pastor David Jang recalca que “los apóstoles recibieron la revelación del Señor como un relámpago que iluminó instantáneamente toda la verdad, y después nos la transmitieron”. Así como el relámpago ilumina todo a su alrededor en un instante, los apóstoles comprendieron de golpe el plan salvífico de Dios a través de los sucesos de Jesucristo y lo plasmaron en forma epistolar. Esta interpretación armoniza con la tradición cristiana que considera que la profunda coherencia teológica de Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, etc. no proviene meramente de la razón humana, sino de una percepción sobrenatural.

Aunque 1 y 2 Corintios fueron dirigidas a una sola comunidad (la iglesia en Corinto), abarcan desde problemas colectivos hasta cuestiones personales, e incluso confesiones íntimas del propio Pablo. Aun siendo ‘cartas’, contienen ‘principios del Evangelio’ de carácter universal y atemporal. Cuando Pablo se refiere a “mi evangelio”, subraya que ha asumido por completo la cruz y la resurrección de Cristo en su vida personal. Mientras tanto, los lectores aplican esa doctrina y orientación espiritual en sus propias circunstancias, aprendiendo a vivir el mismo Evangelio.

Por su parte, Hebreos se dirige específicamente a creyentes de origen judío. Estos mantenían una profunda reverencia hacia los ángeles, la Ley y el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. Por ello, Hebreos explica de forma detallada cómo Cristo es el cumplimiento de la Ley y de los sacrificios. Desde su declaración inicial de que Jesús es “superior a los ángeles” (Hebreos 1) hasta mostrarlo como Sumo Sacerdote perfecto y mediador de un pacto superior, presenta a Cristo como la culminación de todo lo anunciado en el Antiguo Testamento.

En suma, el origen de la iglesia y la formación de la doctrina son, esencialmente, la historia de una comunidad dedicada a registrar y poner en práctica la obra redentora de Dios. Bajo la autoridad del Imperio Romano, en medio de la idolatría y el culto al emperador, los cristianos primitivos proclamaron la soberanía de Cristo y soportaron la persecución. El ministerio de Pablo en Éfeso (Hechos 19) ilustra el choque cultural y religioso de la época. Éfeso, famosa por el gran templo de Artemisa (Diana) y considerada una de las cuatro ciudades más importantes (junto a Roma, Alejandría y Antioquía), era un centro de idolatría. Fue allí donde Pablo pasó tres años sirviendo con “humildad y con muchas lágrimas” (Hch 20:19, 31), y los frutos de aquel trabajo se convirtieron en la base de las futuras iglesias en Asia.

Para el pastor David Jang, un elemento crucial es la lectura comunitaria de las cartas, que permite a la iglesia fortalecerse en la Palabra y en la doctrina. Aunque Efesios, Gálatas o Filemón tuvieran destinatarios concretos, las iglesias primitivas compartían estas cartas, leyéndolas en diversas regiones. Por ejemplo, Gálatas estaba dirigida a varias “iglesias de Galacia” y no a una sola, lo que confirma que estos escritos no eran un bien exclusivo, sino una enseñanza necesaria para toda la comunidad cristiana.

A medida que la iglesia avanza hacia una madurez mayor, se sumerge con más profundidad en estas epístolas. A la par, cada creyente confronta su propia base de fe. No basta con reconocer intelectualmente que Jesús es nuestro Salvador; se requiere interiorizar esa verdad mediante la “revelación” transmitida por los apóstoles y la comprensión doctrinal, hasta que impacte la vida práctica.


3. El núcleo de la predestinación en Efesios y la visión exegética del pastor David Jang

Ahora entremos de lleno en Efesios. Éfeso era una de las ciudades más destacadas del Imperio Romano, junto con Roma, Alejandría y Antioquía. Era un centro neurálgico, no solo en lo comercial, sino también en la adoración a distintas deidades y en el culto al emperador. El establecimiento de una iglesia en esta metrópoli marcó un hito en la expansión del Evangelio. Sabemos, por Hechos 20:18-19, 31, que Pablo sirvió a la iglesia en Éfeso durante tres años con “humildad y lágrimas”, evidenciando la relevancia que esta ciudad tenía en su misión.

El pastor David Jang destaca que Efesios es una carta “para una iglesia madura”. Una razón es que aborda, de manera amplia y profunda, temas como la identidad y la unidad de la iglesia, la predestinación en Cristo, la reconciliación entre judíos y gentiles, y la edificación de la iglesia por el Espíritu Santo. Mientras que otras epístolas se centran en problemas concretos o en la explicación de la doctrina, Efesios adopta una perspectiva más universal y cósmica de la iglesia. Desde el inicio (Ef 1:3), donde se habla de las “bendiciones espirituales en los lugares celestiales”, se resalta que nuestra realidad espiritual no se ve limitada por las leyes terrenales o los deseos humanos, sino que se fundamenta en la victoria “ya asegurada” en Cristo.

En el capítulo 1 (versículos 1–14) de Efesios se destaca con fuerza el concepto de “predestinación”. El pastor David Jang traduce “Predestination” como “Pre (de antemano) + Destination (destino u objetivo)”, enfatizando que Dios, desde siempre, ha determinado la salvación de la humanidad. Así como cuando viajamos en avión primero verificamos el destino en el billete, en la vida cristiana es esencial saber hacia dónde nos encaminamos. Ese destino “fijado de antemano” es que Dios nos adopte como hijos suyos. Esta certeza otorga a los creyentes la convicción para no flaquear en su fe.

Efesios 1:3–6, 7–12 y 13–14 presentan tres secciones en las que se señalan motivos para alabar a Dios. En la primera (1:3–6) se proclama: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef 1:3). A renglón seguido (1:4), se afirma que Dios “nos escogió en Él antes de la fundación del mundo”, subrayando que ese plan existe desde la eternidad. No es la suerte o el azar, sino la voluntad y el designio de Dios desde la eternidad.

El pastor David Jang suele ilustrar esta idea comparándola con el matrimonio. Cuando una pareja se casa, más que una simple elección humana, se podría describir como un “destino celestial” ya establecido por Dios. En bodas o cultos familiares, el pastor Jang suele citar Proverbios 16:1 y 9, que muestran cómo, aunque el hombre hace planes, es el Señor quien dirige sus pasos. Este principio enfatiza que toda la existencia humana, no solo el matrimonio, se lleva a cabo en la esfera de la predestinación divina. Así, la predestinación se convierte en un pilar central de la vida de fe.

En Efesios 1:5 se lee: “En amor, habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”. Este pasaje describe la adopción (hijos adoptivos) de antiguos siervos (esclavos) como algo extraordinario. En la legislación romana, un esclavo que fuese adoptado adquiría los mismos derechos que un hijo biológico. Esto simboliza la instauración de una nueva relación entre Dios y el hombre. Aquellos que antes solo servían a Dios ahora son reconocidos como hijos, con los privilegios que ello conlleva. La iglesia, sabedora de este cambio radical en el estatus del creyente, tiene poderosas razones para alabar.

La segunda sección (1:7–12) expone que la redención y el perdón de pecados llegan “por su sangre” (Ef 1:7) y que todo se hace “según las riquezas de su gracia”. La gracia abundante deja claro que la salvación no es fruto de nuestros méritos o virtudes, sino resultado del amor de Dios. Más adelante (Ef 1:9–10), se señala que la “voluntad” y el “misterio” de Dios apuntan a “reunir todas las cosas en Cristo”, tanto en el cielo como en la tierra, cuando llegue el cumplimiento de los tiempos. Dicho de otro modo, la historia no avanza al azar, sino que se dirige a una consumación final en la que todo quedará bajo el señorío de Cristo.

La tercera sección (1:13–14) resalta el “sello del Espíritu Santo” como garantía de que participaremos en la herencia prometida, y el mismo Espíritu es “las arras” (en griego ἀρραβών, “arrabón”) de esa herencia, algo parecido al anillo de compromiso que asegura un futuro matrimonio. Así, aunque la consumación final de la salvación está por llegar, ya tenemos, en el presente, un anticipo de esa gloria eterna mediante la obra del Espíritu Santo.

De este modo, Efesios 1:3–14 recalca la base teológica de la predestinación, ofreciendo una cadena de motivos para alabar a Dios. El pastor David Jang subraya que esto recuerda a los creyentes que no viven por casualidad, sino que forman parte de un plan trascendente establecido por Dios, lo cual da una “esperanza irrenunciable” ante cualquier circunstancia. Pero esta verdad no se limita a un conocimiento doctrinal o meramente racional, sino que cobra vida en la experiencia de la iglesia, en su culto y en su convivencia.

Por esta razón Efesios otorga a los creyentes maduros una percepción más profunda. Mientras Romanos ordena los aspectos fundamentales del Evangelio, Efesios presenta la perspectiva eclesiológica y el propósito universal de la salvación de Dios, mostrando cómo la iglesia ha sido concebida para llegar a la plenitud. En el capítulo 2 de Efesios, Pablo describe cómo el muro de separación entre judíos e incluso gentiles se derrumba gracias a la cruz, facilitando la reconciliación. Esta reconciliación de la humanidad (superando los celos, la envidia y la ira, ejemplos del pecado de Caín) por medio de la obra de Cristo en la cruz demuestra que alcanzar la madurez espiritual consiste, esencialmente, en “aprender a recibirnos mutuamente y a ser uno en Cristo”. Así, Efesios sigue siendo una fuente de soluciones para los conflictos internos de la iglesia y para los conflictos que agitan el mundo.

Además, Efesios se cataloga como una de las “cartas de la prisión”. Aunque Pablo estaba recluido en Roma, donde corría peligro su propia vida, en esta epístola abunda la proclamación de las “bendiciones celestiales” y la seguridad de la predestinación de Dios, evidenciando que el Evangelio trasciende las circunstancias adversas. Incluso en prisión, Pablo declara inquebrantable la esperanza de la salvación. Un cristiano, sellado por el Espíritu, puede alabar aun en la adversidad, teniendo la mirada puesta en el Reino venidero.

En conclusión, el mensaje que el pastor David Jang expone de Efesios 1 se resume en los siguientes puntos:

  1. La salvación descansa en el amor y la voluntad soberana de Dios, establecidos antes de la creación.
  2. Esta salvación no es solo para el perdón personal de los pecados; somos adoptados como “hijos” para participar de la gloria de Dios.
  3. La predestinación está vinculada al gran proyecto de la redención histórica, que reunirá todas las cosas en Cristo.
  4. El creyente, sellado por el Espíritu Santo, posee la “garantía” de esta salvación y, por ende, puede alabar a Dios desde hoy.

Lejos de ser determinismo o fatalismo, la predestinación impulsa al creyente a encaminarse confiadamente hacia el “destino” trazado por Dios. Aunque el mundo presente parezca caótico, el final de la historia está gobernado por la soberanía de Dios, quien “reunirá todas las cosas en Cristo”. Al aferrarnos a esta predestinación con obediencia diaria, florece en nuestra vida una alabanza continua.

Para concluir, el pastor David Jang recuerda que esta verdad cobra vida, sobre todo, en la comunidad eclesial, a través del culto, la Palabra y la comunión de los santos. Al igual que la iglesia primitiva que compartía y leía las cartas en Efeso, Galacia, Filipos, Colosas, Corinto y Roma, la iglesia de hoy debe dar testimonio de la “predestinación” y la “unidad en Cristo” presentadas en Efesios. De esta manera, la gloria de Dios se manifestará en medio de este mundo.

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