El poder del evangelio y el camino de la fe – Pastor David Jang


1. El poder del evangelio y el significado de “el justo por la fe vivirá”

El pasaje que el Pastor David Jang predicó en la Iglesia Gracia de San Francisco, Estados Unidos (Romanos 1:16-17), gira en torno a la frase central “Mas el justo por la fe vivirá” y profundiza en el poder del evangelio, la salvación y el sentido de la fe que expone la epístola a los Romanos. Este texto, de hecho, constituye un eje temático fundamental tanto para el apóstol Pablo como para la visión pastoral de David Jang, que ha destacado en numerosas ocasiones la importancia de la “seguridad de la salvación” y la “vida centrada en el evangelio” para los creyentes. Del capítulo 1 al 8 de Romanos, Pablo describe el principio de la salvación que proviene del evangelio, alcanzando su punto culminante en el capítulo 8. No obstante, cuando se contempla en su totalidad, el versículo clave que atraviesa la epístola es Romanos 1:16-17, en especial “Mas el justo por la fe vivirá”, el cual resume y concluye la idea central de la carta. Este anuncio declara de forma condensada qué es la salvación que se obtiene por medio del evangelio y cuál debería ser nuestra actitud de vida ante esta verdad. También para el Pastor David Jang este texto resulta esencial, pues enfatiza constantemente el orgullo y la firmeza que debemos tener respecto al evangelio, así como el fundamento de la fe que debemos cultivar.

Antes de llegar a este versículo central, en Romanos 1:1-15 Pablo presenta sus saludos a los creyentes en Roma y explica el trasfondo de por qué desea ir hasta allí. A partir del versículo 16, entra en el desarrollo principal de la carta, proclamando con valentía que no se avergüenza del evangelio, y colocando en primer plano su poder y la salvación que conlleva. La declaración “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” encierra el denuedo apostólico de quien, aun consciente de cuán difícil era sostener la fe en el Imperio romano de la época, no se detiene en su propósito de predicar. En aquel entonces, Roma era el epicentro de un imperio que se jactaba de su máximo florecimiento y dominio, y los cristianos dispersos que habitaban en esa ciudad, en su mayoría, se hallaban en los estratos socioeconómicos y políticos más bajos. Tanto la iglesia de Corinto como la de Roma albergaban numerosos creyentes con escasa formación o posición social. Pablo llega a describir la situación de él mismo y de sus colaboradores como si fueran “la escoria del mundo, el desecho de todos” (1 Co 4:13), en alusión al rechazo y la burla que sufrían las primeras comunidades cristianas.

Por ello, cuando Pablo declara “no me avergüenzo del evangelio”, lo hace sabiendo que, a los ojos de la élite y de los sabios del mundo, ese mensaje carecía de prestigio y era objeto de burlas. Sin embargo, su convicción era que justamente ese evangelio era “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”. El Pastor David Jang señala que el evangelio, desde la perspectiva del poder humano y de los sabios del mundo, sólo puede verse como una necedad. Tal como afirma 1 Corintios 1:18: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden, pero a nosotros los que somos salvos es poder de Dios”, el meollo del evangelio no se basa en la gloria humana ni en las obras, sino que opera en un plano completamente distinto. El mundo valora el poder, la riqueza, la inteligencia o los logros personales, pero el evangelio se origina y se dirige a otra dimensión. Comienza con la gracia y el amor trascendentes de Dios, quien abrió el camino de la salvación para todos los pecadores mediante la muerte de Jesús en la cruz. Por eso, en 1 Corintios 1, cuando Pablo pregunta: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito?” y declara que “Dios ha hecho ridícula la sabiduría del mundo”, indica que la raíz del pecado en el ser humano no puede curarse con la mera sabiduría o con la fuerza humana.

El énfasis que el Pastor David Jang pone en la fe del evangelio coincide con esta enseñanza. Él sostiene que la salvación se basa “enteramente en el amor de Dios y en Su decisión soberana”, de modo que todos los intentos humanos por alcanzar la justicia por cuenta propia resultan insuficientes. Al final, el único camino que le queda a la humanidad es aceptar “por fe” la obra redentora y el amor de Cristo. Precisamente esa fe es la llave que libera al ser humano de la esclavitud del pecado, y la seguridad de que “el que es justificado por fe vivirá para siempre” pasa a ser una verdad inquebrantable. Aunque el Imperio romano fuese muy poderoso, y los valores del mundo resplandecieran con aparente fuerza, Pablo estaba convencido de que, en última instancia, todo se somete al juicio de Dios, y de que sólo por medio del evangelio se puede acceder a la salvación. De ahí su fundamento espiritual para proclamar: “No me avergüenzo del evangelio”.

En Romanos 1:17, Pablo prosigue: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Este versículo, no sólo central en Romanos, sino en todo el Nuevo Testamento, expone que la “justicia de Dios” se revela en el evangelio, no a través de la conducta humana, sino como un acto totalmente salvador de Dios, confirmado en la cruz y en la resurrección de Jesucristo. Tal como sabemos, el nombre “Jesús” conlleva la idea de “Dios es salvación”. La cruz de Jesús es el único recurso para que el pecador sea justificado, y el evangelio anuncia que este amor, que incluye la muerte expiatoria y la resurrección, se ofrece “equitativamente” a todos los que creen.

El Pastor David Jang subraya especialmente Romanos 3:21 en adelante, donde Pablo menciona que “se ha manifestado la justicia de Dios, separada de la ley”. Esto pone de relieve que el camino de la justificación por cumplir la ley está cerrado. En la época del Antiguo Testamento, la ley permitió conocer en cierta medida el deseo y la voluntad de Dios, pero, al mismo tiempo, dejó en evidencia que el ser humano era incapaz de cumplirla de manera perfecta. La función de la ley es, en última instancia, mostrarnos el pecado y cuánto pesa su castigo, produciendo temor al castigo y la muerte. Sin embargo, el evangelio proclama que Cristo tomó sobre sí, en la cruz, la maldición de la ley y su pena. Así se abre para el pecador el camino de la salvación, “siendo justificados gratuitamente”. Y el único medio para asir esta verdad es la “fe”. Dicha fe no es sólo asentimiento intelectual, sino un compromiso volitivo de entregar toda nuestra vida a la obra de Jesús y vivir de acuerdo con el amor redentor que Él nos ha mostrado.

La declaración “Mas el justo por la fe vivirá” retoma la profecía de Habacuc 2:4 en el Antiguo Testamento, donde se describe cómo, a pesar de la amenaza de los invasores babilonios y la inminente ruina del reino de Judá, Dios guardó a un “resto” que confió en Él. Del mismo modo que el profeta Habacuc oró en su torre de vigía y recibió esta revelación, Pablo utiliza esa promesa para explicar la salvación y la protección de Dios en la era del evangelio. Aunque externamente pareciera que el mundo se destruye, que Roma aumentara su dominio y que la iglesia fuera perseguida, quienes viven por la fe serán salvados y obtendrán la esperanza de la vida eterna. Para las comunidades cristianas, que enfrentaban tribulaciones, la frase “solamente por la fe” fue una convicción firme y el pilar de su fe inquebrantable.

En la perspectiva de Pablo, el “justo” es aquel que ha restablecido su relación correcta con Dios. Por ello, algunas traducciones de la Biblia utilizan la expresión “relación correcta con Dios” en lugar de “justicia”. Desde la caída de Adán, el pecado y la ley de la muerte separaron a la humanidad de Dios. Ser “salvo” significa precisamente restaurar esa relación con Él. Teológicamente, se conoce como “justificación por la fe”, que en términos sencillos significa que el pecador es declarado justo al depositar su fe en Cristo y Su obra en la cruz. El Pastor David Jang, partiendo de esta comprensión, recalca que el amor demostrado por Jesús en la cruz es el acontecimiento determinante que resuelve el problema del pecado y que nuestra parte consiste en aceptar por fe ese sacrificio. Este mensaje no se limita a la salvación individual, sino que también se extiende para explicar la razón de ser de la iglesia y su responsabilidad social. “Mas el justo por la fe vivirá” implica que el creyente no se conforma con disfrutar del perdón y la salvación, sino que además debe dar testimonio en el mundo del poder redentor del evangelio. A la vez, deja claro que “nadie se justifica por obras”. En efecto, todos somos débiles y pecadores ante Dios. La base de nuestra salvación no reside en los méritos humanos, sino en la justicia y el amor de Cristo.

En Efesios 2:8, Pablo declara: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Al examinar la forma en que el hombre recibe la salvación, comprendemos que todo surge de la acción amorosa de Dios y que el ser humano sólo extiende la mano para recibir el regalo. Ni la circuncisión ni la observancia de la ley, ni la sabiduría y filosofía griegas, ni el poder y la gloria de Roma pueden solventar el problema del pecado en la raíz. Solamente Jesús, que murió y resucitó, abrió el camino de reconciliación entre Dios y el hombre. Así pues, el evangelio es en verdad “gracia unilateral de Dios”, y lo que debemos hacer es tomar esa gracia “por fe”.

El trasfondo de la declaración de Pablo, “no me avergüenzo del evangelio”, se explica también por la intensa presión social que enfrentaron los primeros cristianos. Las autoridades romanas veían el cristianismo como una amenaza a la religión tradicional y al culto al emperador, y el pueblo consideraba absurdo llamar “Dios” o “Salvador” a un hombre que había muerto con la vergonzosa pena de cruz. Los evangelistas y apóstoles eran objeto de burla y persecución. Sin embargo, Pablo, al igual que el Pastor David Jang y muchos otros predicadores, estaba convencido de que el evangelio es el único “camino de vida” para todos. De manera específica, el Pastor David Jang reitera en sus predicaciones dominicales y en sus enseñanzas bíblicas la convicción de que el justo, que vive por fe, jamás será avergonzado. Si el evangelio es verdaderamente “poder de salvación”, quien lo descubre en lo más profundo de su corazón no puede sino sentirse orgulloso de ello.

Por ende, “Mas el justo por la fe vivirá” expresa simultáneamente el punto de partida y la meta de la fe. La expresión “de fe en fe” (Ro 1:17) alude, por un lado, a que debemos abrazar con fe la obra de la cruz que el Señor llevó a cabo y, por otro, a cómo esa fe se transmite de una persona a otra, ampliando y fortaleciendo continuamente a la comunidad cristiana. La fe es una decisión individual, pero al mismo tiempo se comparte, se expande y crece dentro de la vida comunitaria de la iglesia. El evangelio, que inició con la sangre de Cristo, se difundió a través de los apóstoles y de innumerables creyentes, llegando hasta nuestros días por obra de la fe. Para el Pastor David Jang, esta propagación del evangelio no se reduce a una persuasión verbal o a la enseñanza de doctrinas, sino que debe estar acompañada por testimonio de vida, con amor y entrega reales. Así, los que han sido salvados por la fe practican la justicia, reflejando la vitalidad del evangelio en su conducta diaria. De esta manera, la fe da lugar a nueva fe, de generación en generación, en un testimonio incesante del evangelio.

Pablo afirma que el evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Ro 1:16) y no se limita a un grupo de élite o a una nación privilegiada. “Al judío primeramente y también al griego” destaca que no hay distinciones en la gracia salvadora: los judíos recibieron primero la salvación como pueblo del pacto, pero el evangelio pronto se extendió a los gentiles (“griegos”). Esta “salvación sin distinciones” refleja el carácter inclusivo y amplio del evangelio. El Pastor David Jang lo describe como “delante de Dios no hay raza, posición social, trasfondo cultural o error pasado que impida la salvación”. Únicamente la dureza de corazón que “rechaza la salvación ofrecida por fe” o la soberbia de “negar el pecado y no querer arrepentirse” pueden cerrar el acceso a la gracia.

En suma, el núcleo de este primer apartado se puede resumir así: Romanos 1:16-17 revela la fuerza del evangelio, un “canal de salvación eterno y todopoderoso” que ningún poder ni sabiduría terrenal puede reemplazar; y ese es “el único anhelo” de aquellos que son justificados “por la fe”. Cuando Pablo inicia Romanos declarando “No me avergüenzo del evangelio”, busca encender en la iglesia primitiva, despreciada por la sociedad, la “chispa de la vida” que jamás se apagaría. Y la labor pastoral de David Jang, basada igualmente en el poder del evangelio, la vida justa y el valor de la fe, se alinea con este propósito. “Mas el justo por la fe vivirá” se mantiene como un versículo esencial, no solo para la iglesia del pasado, sino también para la actual y la del futuro.


2. La vida que se vive por fe

Pasemos ahora al segundo tema. Queremos examinar cómo el “poder del evangelio” y la “justificación por la fe” que Pablo resalta en Romanos 1:16-17 se concretan hoy en la vida de la iglesia y de los creyentes, y relacionarlo con la visión pastoral de David Jang. De modo especial, el Pastor David Jang ha estado en la vanguardia misionera y en diversos contextos pastorales, enseñando a menudo cómo debe vivirse de forma práctica la vida del “justo que camina por fe” y cómo esa fe brinda la fuerza necesaria para afrontar los problemas de la sociedad contemporánea.

En primer lugar, conviene analizar cómo se manifiesta el “poder salvador” del evangelio tanto hacia el interior como hacia el exterior de la iglesia. Tal como subraya Pablo, el evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”. Entonces, ¿cómo aplicar este mensaje en las relaciones interpersonales dentro de la iglesia y en la interacción con el mundo? El Pastor David Jang insiste primero en que la iglesia debe reafirmar su identidad como “comunidad de personas salvadas por la fe”. No se trata simplemente de un grupo de personas que comparten la misma creencia, sino de un “organismo” formado por aquellos que, habiendo sido perdonados de sus pecados gracias a la cruz de Cristo, se aceptan y se sirven mutuamente. Reconocer que “el perdón y el amor que recibí son tan grandes y decisivos” se convierte en la base para perdonar y amar a otros sin condiciones.

Para ello, David Jang afirma que es indispensable la “comunión centrada en la Palabra y la oración”. Para que la fe no se reduzca a una mera convicción doctrinal, sino que transforme efectivamente la vida cotidiana, se requiere la iluminación del Espíritu Santo a través de la Palabra y el respaldo constante de la oración. Sin la conciencia de la gracia de Dios, la experiencia eclesial fácilmente se desvirtúa en un rito o una costumbre religiosa. En cambio, cuando el creyente medita la Escritura, escucha la predicación y ora, experimenta la presencia de Dios y comprende que el evangelio es “una fuerza real que me sostiene cada día”. Con esta fe arraigada, la comunidad cristiana fortalece, consuela y anima a sus miembros, mientras asume su misión de sanar y abarcar el sufrimiento del mundo.

El Pastor David Jang hace hincapié en que el evangelio es “fuerza vital”. Esta “fuerza vital” se refiere a la transformación de “muerte a vida” descrita en la Biblia y afecta no sólo el aspecto físico, sino, sobre todo, el destino eterno del alma. Si la iglesia pierde este dinamismo, la fe se diluye y sólo permanece una organización religiosa formal. Por eso insiste en que “la iglesia no debe centrar su atención únicamente en programas, labores o ministerios externos; primero debe aferrarse a la fuerza vital intrínseca del evangelio”. De manera particular, enfatiza que debemos guardar siempre en nuestro corazón la promesa “Mas el justo por la fe vivirá”, manteniendo la vida espiritual personal y la vitalidad comunitaria arraigadas en el evangelio.

Vivir como cristiano en la sociedad moderna implica enfrentar numerosos desafíos. Entre el desarrollo científico-tecnológico, el materialismo, el relativismo de valores y el desconcierto ético, la iglesia no puede ser sólo un “refugio cómodo”. Tal como el Pastor David Jang menciona en sus sermones y seminarios, creer en Jesús significa recorrer con Él el camino de la cruz. Anunciar a Cristo crucificado, tal y como dice Pablo, “para los judíos, ciertamente tropezadero, y para los gentiles, locura” (1 Co 1:23). Hay aspectos que se contraponen a los criterios mundanos. Pero precisamente por ese motivo, el evangelio ofrece un “camino nuevo”. El sacrificio y el amor que simboliza la cruz difieren radicalmente del poder y la sabiduría del mundo, y tienen la capacidad de trascender límites, brindando auténtica restauración y esperanza al corazón humano.

Por ejemplo, la soledad, el aislamiento, la ansiedad, la depresión o los impulsos suicidas que aquejan al hombre moderno no se resuelven con la abundancia económica o el exceso de información. Con frecuencia, surgen de una carencia espiritual profunda. El Pastor David Jang, en su ministerio de consejería y en reuniones de sanidad interior, explica que la “verdadera sanidad” sólo la proporciona el evangelio. Al aceptar el amor de Jesús por la fe y reconocer que somos “hijos de Dios” y “justificados ante Él”, la persona adquiere una confianza esencial en la vida y encuentra un motivo de esperanza aun en medio de la desesperación. La autoestima humana no se fundamenta en los “logros o méritos personales”, sino en la convicción de “quién soy delante de Dios”. Cuando uno descubre “cuán pecador es” y, al mismo tiempo, “cuán inmenso es el amor de Dios al entregar a Su Hijo”, se abre el camino de la verdadera restauración.

El Pastor David Jang describe este proceso como la “aplicación personal del evangelio”. No es sólo creer en una doctrina de “redención del pecado” o en la promesa de “quien cree irá al cielo”, sino que el evangelio transforma lo más profundo del ser, modificando nuestra forma de ver el mundo y nuestras relaciones. Cuando el alma es sanada y se fortalece en la presencia de Dios, se verán cambios tangibles en la familia, el trabajo, la escuela y en la sociedad. Si antes la persona vivía dominada por el egoísmo y los deseos, ahora se deja guiar por el amor y la entrega; si antes se obsesionaba con el dinero o el poder, ahora se interesa por las necesidades del prójimo y actúa con compasión. Esta es, en definitiva, “la senda del justo que vive por fe”. La fe no es una mera declaración; produce acciones concretas y frutos visibles.

Para Pablo, la fe no significa “ausencia de obras”. Aunque las obras no salvan, la fe genuina produce obras buenas. En la segunda mitad de Romanos (capítulos 12 al 15), el apóstol enseña la ética y las virtudes que deben caracterizar a la comunidad cristiana, orientando su comportamiento frente a las autoridades civiles, el amor al prójimo y la consideración a los débiles. Este enfoque coincide con la filosofía pastoral de David Jang, quien invita constantemente a los creyentes a hacer suya la esencia del evangelio y a imitar el sacrificio y amor de Jesús en su entorno cotidiano, cumpliendo el papel de “Buen Samaritano”. Por tanto, “No me avergüenzo del evangelio” no debe limitarse a un eslogan proclamado a voz en cuello dentro de la iglesia, sino traducirse en un compromiso real en medio de la sociedad, sosteniendo la verdad y el amor.

Además, la expresión “no me avergüenzo del evangelio” no insinúa adoptar una postura arrogante o imponer el cristianismo de forma dogmática en la sociedad pluralista de hoy. El verdadero mensaje del evangelio es, más bien, “invitación” y “entrega” basadas en la liberación del pecado y la victoria sobre la muerte que sólo la cruz de Cristo otorga. El Pastor David Jang enfatiza que, en la evangelización, debe cuidarse “no desvirtuar la esencia amorosa del evangelio”. Esto implica acercarse a quienes no creen con una actitud comprensiva y empática, escuchando sus problemas y condiciones, para luego compartir la verdad esencial: “Tú y yo somos pecadores, pero en la cruz de Jesús fuimos perdonados y recibimos una nueva vida”.

La iglesia contemporánea, lamentablemente, puede caer en el afán de crecimiento numérico, en el materialismo, o en posturas políticas sesgadas, dando la impresión de que el evangelio ha perdido su pureza. No obstante, así como Pablo predicó a judíos y gentiles que “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Co 1:21), la iglesia actual debe proclamar el evangelio con humildad y espíritu de servicio. Para el Pastor David Jang, la validación de la iglesia no consiste en su “tamaño” o “riqueza”, sino en cuánto “refleja la cruz” y “vive y proclama el evangelio”. Solo así se forman esos “justos que viven por fe” dentro de la comunidad eclesial, dispuestos a iluminar y sazonar al mundo como sal de la tierra.

En definitiva, para los cristianos de hoy, vivir por fe supone encarnar el amor y la fuerza de la resurrección de Cristo en cada circunstancia. Para ello, se requiere discernir la verdad del evangelio mediante la Palabra y la oración, unirse con otros miembros de la iglesia y poner en práctica con humildad la enseñanza de Cristo. De la misma manera que Pablo —al retomar la profecía de Habacuc— proclamó “el justo por la fe vivirá” en pleno corazón del Imperio romano, el Pastor David Jang reafirma que, en nuestra era de cambios vertiginosos y de valores contradictorios, “el evangelio es nuestra última esperanza y la verdad inmutable”. Dicho evangelio renueva la vida del creyente, revitaliza la iglesia y abre posibilidades de reconciliación y amor hacia el mundo.

Así pues, Romanos 1:16-17, además de ser la esencia de la doctrina de la salvación, constituye también el fundamento de la eclesiología y de la ética cristiana. El Pastor David Jang lo ha desarrollado en múltiples sermones, escritos y estudios exegéticos. Para él, el mensaje principal de Pablo puede resumirse en la frase “solo quien vive por fe disfruta de la libertad y de la vida auténtica”. Por débiles o faltos de sabiduría que parezcan a ojos del mundo, aquellos que creen pueden participar en la obra salvadora de Dios, desde la iglesia primitiva hasta nuestros días, recibiendo al mismo tiempo ánimo, consuelo y la responsabilidad de transformar su entorno.

La historia demuestra que la Roma, que se consideraba resplandeciente, no fue eterna. En cambio, el testimonio de los justos que vivieron por fe ha perdurado más de dos milenios y sigue vivo en la historia de la iglesia y en la vida de los fieles. Ese es el “poder atemporal” del evangelio. A través de la adoración, la misión, la consejería pastoral, las aulas de las escuelas teológicas, etc., el Pastor David Jang hace una relectura y aplicación del potente mensaje de Pablo, impulsando a muchos a sentirse “orgullosos del evangelio”. En última instancia, “vivir por fe” es nuestro sello de identidad y, si esa fe permanece, podemos enfrentarnos a cualquier adversidad sin perder la esperanza. Este mensaje atraviesa los siglos sin alterarse.

Incluso hoy, persisten diversos “Imperios romanos” con otro nombre. El materialismo, la evolución tecnológica, la pluralidad cultural y, al mismo tiempo, la confusión moral y el vacío espiritual se unen para plantear nuevos desafíos. Sin embargo, la misión de la iglesia y de los creyentes continúa siendo la misma: no avergonzarse del evangelio, proclamar con denuedo que es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” y demostrarlo con la propia vida. Tan sólo al aferrarnos “exclusivamente a la fe”, lograremos, como Habacuc y Pablo, no perecer, sino alcanzar la salvación y caminar desde este mundo hacia la eternidad con la plenitud de la vida que Dios ofrece. Según la visión pastoral de David Jang, esto no es mera teoría, sino la “fuerza del evangelio” que todo creyente puede y debe experimentar en su día a día.

De esta manera, a lo largo de los dos apartados, hemos analizado el poder del evangelio y la fe del justo descritos en Romanos 1:16-17. Primero resumimos la trascendencia de “no me avergüenzo del evangelio” y el sentido de la cruz de Cristo como “justicia de Dios” en el contexto del Imperio romano. Luego, consideramos la aplicación pastoral que David Jang realiza de estos pasajes para los cristianos y la iglesia actual, mostrando la forma concreta de “vivir por fe”. Concluimos que “Mas el justo por la fe vivirá” ha sido y sigue siendo el baluarte de la iglesia, desde sus inicios hasta el presente. Además, constituye la fuerza impulsora de la identidad y misión tanto individual como comunitaria. Tal como enfatiza David Jang, no debemos olvidar que el evangelio no es algo de lo que avergonzarse, sino que se trata de la mayor causa de orgullo, el agente que da vida y el poder que permite a la iglesia brillar como luz y sazonar como sal en medio del mundo.

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